Buenas! Y bueno, pues ya que saludo, pues me presento: soy Otilia, (aunque nadie me suele llamar por mi nombre completo, ni siquiera mi madre, y mirad que el nombre me lo puso ella, así que vamos a dejarlo en Oti, que así es como me llama todo Dios) y soy colega de las dos mentes locas y reivindicadoras que se han propuesto darle vida a este Blog. El caso es que a mí no me veréis tan a menudo como a estos dos, únicamente una vez al mes, y si me acuerdo... no, vale, una vez todos los meses, seguro, no vaya a ser que Fran me mate. Bueno, os dejo con mi sección, espero que os guste! Au revoir!
Hay una canción (que me encanta
y que, desde la primera vez que la escuché, por pura casualidad, no puedo dejar
un solo día de ponerla) que dice:
“Hoy voy a pensar que algo mejor
Voy a lograr mañana”
Pero… ¿qué pasa cuando sabes que
mañana no va a ser mejor que hoy? Vale, algunos pensaréis que soy lo más
pesimista del mundo, pero no es así. Soy de las típicas que, si algo le sale
mal, pues mañana saldrá mejor, si me equivoco, pues vale, pero ya no me volverá
a pasar. Si suspendo un examen, pues para el próximo estudiaré más; si me
equivoco con mis amigos, sé pedir perdón; si alguien se hunde, intento tirar de
él hacia arriba, aunque a veces no me funcione… Y hasta ahora sí, ha sido así…
Pero hay muchas cosas que escapan a mí, cosas que no puedo cambiar, aunque
daría mi cordura porque sí se pudiese. Lo siento, sueno desesperada, pero es
que así llevo sintiéndome esta última semana.
Muchos creeréis que estoy así
por los exámenes, o por algún mal de amores… ¡Pues no, señores y señorinas míos
y mías! Ya he hecho notar antes que los exámenes no son para mí lo peor del
mundo. Esto va mucho más allá de mí…
Y sí, ha hecho falta que me
quede sola en mi casa para soltar todas las lágrimas que no he podido llorar a
lo largo de esta semana, para que nadie me vea, para que los ánimos no se
hundan más. Porque, a lo largo de estos días he estado gritando a pleno pulmón,
mientras abrazaba, que todo se iba a arreglar, aunque todos sabíamos que eso
era mentira, que sólo esperábamos lo
inevitable. Porque eso es lo que hemos estado haciendo a lo largo de estos
meses, esperar, esperar… esperar lo que todos sabríamos que llegaría tarde o
temprano. Y mientras la abrazaba, ella lloraba y yo le sonreía y le decía que
todo iría bien, lo único que estaba haciendo era mentir. Pero no podía llorar,
no podía dejar que nadie me viese llorar, porque entonces esta casa no sería
otra cosa que un contendor de tristeza, y no hay nada peor en la víspera a lo
inevitable que la tristeza.
Aun así, lo peor no ha sido
tragarme mis lágrimas y sonreír mientras la pena me comía por dentro (podéis
llamarme hipócrita, sí, sonreía cuando no quería hacerlo). Lo peor ha sido
cuando ella ha confesado que no quería que yo perdiese mi tiempo cuidándola,
concretamente, mis vacaciones, en las que había pretendido hacer algún que otro
viaje. ¡MIS VACACIONES! ¡Lo que me importan a mí mis vacaciones! Lo que me
importa a mí es que ya no podremos dar esos paseos que dábamos antes, cuando
nos recorríamos las calles de Granada, esas calles que son frescas en verano,
donde están los vendedores de especias, ni tampoco podrá ponerse a bailar
conmigo mientras hacemos la comida, ni perseguirme por toda la casa metiéndome
prisa cuando voy tarde a cualquier parte (todos los días, a todas partes)… Todo
lo demás me importa bien poco, si he de cuidar de ella, lo haré, encantada.
Ella me ha dado la vida, ella me ha hecho como soy, a ella se lo debo todo… Si
por ella debo sacrificar unas estúpidas vacaciones, lo hago, si no puedo viajar,
me quedo. Soy joven, tengo mucho tiempo para ver el mundo, pero madre, madre
sólo tengo una, y encima, la que tengo es excepcional.
Podría contaros toda su vida,
pero me faltarían palabras para decir todo lo que la admiro, imaginaos, ya me
están faltando palabras para escribir esto, no sé ni de dónde narices las estoy
sacando.
Bueno, creo que me estoy
desviando del tema, y creo que ya es hora para ir acabando, porque, dentro de
poco, ya no estaré sola en casa, tendré que volver a ponerme la máscara y
sonreír. Sólo pediros perdón por aburriros con mis tonterías, y también deciros
que, si bien es verdad que hay cosas que nos superan y no podemos cambiar, nos
hacen daño, también es cierto que, en esta vida, el dolor, al igual que la
felicidad, se da por momentos, y que esos momentos pueden cambiar de un estado
a otro dependiendo de la fuerza de voluntad que tengamos. Y otra cosa no, pero
fuerza de voluntad, a nosotras, nos sobra.
P.D.: la canción a la que me he
referido al principio, da unas ganas de seguir hacia delante increíbles,
pertenece a dos chicos de YouTube, JPelirrojo y Curricé. (Pinchad en los nombres e iréis a sus canales) Os recomiendo sus
vídeos y sus canciones, así como su disco Rutilismo.
Dan mucho que pensar y te sacan más de una sonrisa.
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